¿Quién fue Betzalel en la Biblia y por qué es tan importante en la historia del Tabernáculo?
Betzalel, hijo de Uri, nieto de Jur y miembro de la tribu de Judá, es una de las figuras más notables del libro del Éxodo. Fue el principal artesano elegido por Dios para construir el Mishkán (Tabernáculo), los utensilios sagrados y las vestiduras sacerdotales. Según la Torá, fue dotado con un espíritu divino de sabiduría, entendimiento y conocimiento en todo tipo de arte y trabajo manual (Éxodo 35:30-35).
Un arquitecto designado por Dios
Betzalel no fue simplemente un talentoso artesano. La Torá lo presenta como alguien llamado por su nombre por Dios mismo, un reconocimiento que subraya su singularidad espiritual y artística. Su compañero en la obra fue Oholiav, de la tribu de Dan, y juntos lideraron un equipo de artesanos que dieron forma al santuario portátil de Israel durante su travesía en el desierto.
Más que un artista: un educador
Según el comentarista rabínico Or HaChaim, Betzalel no solo poseía habilidades técnicas, sino también la capacidad de enseñar. Esta distinción es crucial: muchos sabios pueden comprender verdades profundas, pero no todos saben transmitirlas. La Torá destaca que Dios le dio a Betzalel la capacidad de instruir, convirtiéndolo también en un guía educativo y espiritual.
Betzalel y la Menorá: sabiduría que supera al profeta
El Midrash (Bamidbar Rabbá 15:10) relata que incluso Moisés tuvo dificultades para comprender cómo debía construirse la Menorá, el candelabro de siete brazos. En contraste, Betzalel, con su sabiduría práctica y espiritual, logró realizar la obra con claridad. Esta historia resalta la profundidad de su comprensión: una sabiduría que iba más allá del intelecto y rozaba lo divino.
Betzalel y Oholiav: equilibrio espiritual en la obra
La Zohar, obra clave de la mística judía, describe a Betzalel como representante del «lado derecho», es decir, asociado con la misericordia y la emanación divina de la bondad. En contraste, Oholiav estaría relacionado con otros aspectos del equilibrio cósmico. Juntos simbolizan la armonía necesaria para construir un espacio habitable para la presencia de Dios.
Construir con propósito: el orden según Betzalel
Rabbanit Dra. Michal Tikochinsky señala que, según el Midrash Tanjumá, Betzalel tuvo la intuición de construir el Arca primero, antes de las estructuras exteriores. Comprendió que el contenido —la Presencia Divina y la Torá— debía preceder a lo externo. Su enfoque muestra una sabiduría profunda sobre lo esencial: el propósito guía el diseño, no al revés.
Sabiduría creativa: la enseñanza jasídica
En la obra Deguel Majané Efraim, se dice que Betzalel conocía los secretos de las letras con las que Dios creó el mundo. Su habilidad no era meramente técnica, sino que reflejaba la fuerza creativa divina. Como tal, Betzalel es visto como un reflejo humano de la capacidad de Dios para crear orden, belleza y propósito.
Aprobado por el pueblo
Según el Talmud (Berajot 55a), Dios no solo eligió a Betzalel, sino que consultó con el pueblo antes de nombrarlo. Este detalle convierte a Betzalel en un modelo de liderazgo comunitario, alguien que fue reconocido por su pueblo como digno de dirigir una obra sagrada.
Un legado de fidelidad: el mérito de Jur
El Midrash (Shemot Rabbá 48:3) explica que Betzalel fue premiado con su rol debido al mérito de su abuelo Jur, quien fue asesinado al oponerse al pecado del becerro de oro. Como recompensa, su nieto fue el encargado de construir el Tabernáculo, morada del perdón y la cercanía divina.
El arca eterna
Una de las obras más significativas de Betzalel fue el Arca de la Alianza. Según el comentarista Isaac Leon ibn Tzur, el arca que construyó Betzalel es única e irrepetible. Está escondida, pero no desaparecida. Cuando vuelva, será la misma. Este dato refuerza la idea de que Betzalel no solo construyó un objeto, sino una pieza eterna del pacto entre Dios e Israel.
Betzalel representa la fusión ideal entre inspiración divina y habilidad humana. Fue artista, educador, líder y visionario. A través de su historia, aprendemos que el verdadero arte sagrado no es solo bello, sino también funcional, significativo y conectado con el propósito más alto: crear un lugar donde la Divinidad pueda residir entre los seres humanos.